y ya quisiera yo que el perdón me bañe,
que al abrir los ojos sienta el sol tocarme,
y la mano se me vaya mansa flotando sobre el río;
ya quisiera yo, no ser el papel estelar de mis fracasos,
ni el cineasta de mi película de miedos
y quisiera hoy, que tu paz me invada,
porque mi paz me traiciona
mi ansiedad me asedia,
mi temor me agota.
Ya quisiera yo haberte encontrado antes,
no antes de unos meses o unos años,
antes en el tiempo circular que no se cuenta,
antes; en el principio del átomo que nos crea
y tenerte así, con la inocencia y la pureza,
sin los segundos ni los terceros,
sin tanto pasado que nos haga mierda.
Ya quisiera yo verte brotar del pecho de la tierra,
sonreírme como cuando te enamoraba,
dándome cuidadosamente una promesa
sin todo el peso del mal hecho transitar
como quisiera.
Queriendo caminar por el desierto
dándome el tiempo adusto y necesario,
no fingiendo ni un reclamo ni un pedido
brindarme como habré sido creado.
Todo el fuego de los astros nuestros,
que son fuego y fragua de la existencia misma,
chispa que exhala en bocanada un horno,
que no se apaga entonces,
que no se enfría.
Ya quisiera yo en tus constelaciones
no pasar haciendo ruido ni desorden.
Andar como anda la poesía por el mundo,
ignorada, entonces, de total conocimiento.
Y sobre estas líneas de dolor ahogado;
que vienen siendo golpes de calor y tiemblo
que este humor de espanto
que este sobresalto nunca.
Y amarte como mereces,
tocando sólo lo que debo tocar,
haciendo sólo lo que debo hacer,
escuchar tu voz Y querer cantar.
ya quisiera yo que el derrame de los versos muden
tu lugar del mundo siempre cerca mío,
dónde tenga agua, dónde encuentre abrigo,
dónde siempre sepas que YO SOY TU AMIGO.
Aún, yo ya quisiera, que desprendas de mi alma
los menudos estos que tabican fuerte
la ilusión de niña, la ilusión de niño,
con todo por hacerse
aún por aclararse
y menguar pálidamente
en esto que hago así
que es escribirte
aún lejos de tu hombro izquierdo
aún perdido de tu geografía.
ya quisiera yo
volver al día del amor posible
de la confianza ciega
y del perdón, como regalo inmerecido.
decidí perdonarme con la esperanza de mí mismo
de poder dormirme sin el monstruo
que acecha en mis insomnios.